Una persona puede haber adquirido una buena formación teórica
y técnica de investigación social y, sin embargo, ciertas actitudes vitales y
ciertas características de su personalidad pueden constituir un obstáculo para
la investigación. De ahí la necesidad de
asumir una actitud científica, no como forma de ser para cuando se hace
ciencia, sino como actitud vital en todas las circunstancias y momentos de la vida.
Esto es lo que llamamos la actitud
científica como estilo de vida.
¿Qué es y en que consiste esta actitud científica? En términos generales,
puede definirse como la predisposición a
detenerse frente a las cosas para tratar de desentrañarlas. El trabajo
científico, en lo sustancial, consiste en formular problemas y tratar de
resolverlos. Es lo que algunos llamaron reflejo del investigador y que Pavlov denomino reflejo. ¿Qué es esto?
Este interrogar e interrogar orienta y sensibiliza nuestra capacidad de detectar,
de admirarse, de preguntar ¡Oh, la nefanda inercia mental, la inadmirabilidad de
los ignorantes! Exclamaban Ramón y Cajal frente a aquellos que eran
incapaces de detenerse juntos a las cosas, de admirarse y de interrogarlas.
Ahora bien, esta capacidad de
admiración e interpelación ante la realidad exige dos atributos esenciales:
búsqueda de la verdad y curiosidad insaciable.
Consagrarse a la búsqueda de la verdad es
el punto de arranque desde el cual es posible asumir una actitud científica, o
sea, preguntarse y realizar el esfuerzo de resolver, con el máximo rigor, las
cuestiones planteadas como problemas.
Quien no busca la verdad es porque se
cree en posición de ella, consecuentemente nada tiene que encontrar, nada tiene
que aprender. Los propietarios de la verdad absoluta son unos necios en su seguridad, pues tienen la desgracia de
ignorar la duda. Desde esa instalación es imposible el menor atisbo de actitud
científica que, es sobre todo, actitud de búsqueda. El científico – Lo decía
Claude Bernard en 1865 – es el que pasa de las verdades más generales, pero sin
pretender jamás que se halla en posesión de la verdad absoluta. El buscador de
verdad solo se instala en la dinámica de la provisoriedad, lo que quiere decir
que es buscador desinstalado ya que sus conclusiones científicas son relativas
y nunca definitivas.
La curiosidad insaciable, en cuanto a
interrogación permanente de la realidad, es el reverso de lo anterior. Ningún
científico autentico, ningún investigador consciente de su labor puede decir
que su búsqueda ha terminado, el científico es insaciable en su curiosidad,
sabe que ante si tiene un océano inexplorado. No hay límites para esa curiosidad,
porque la verdad científica es dinámica y las verdades que se adquieren son parciales,
siempre sujetas a corrección.
De ahí, que la actitud de búsqueda y de
curiosidad insaciable lleva a una permanente “tensión interrogativa”, abierta a la duda y el reexamen de lo
descubierto e interpelada por lo que se conoce. El pensamiento científico,
decía Bachelard, es un libro activo,
un libro a la vez audaz y prudente, un libro del que quisiéramos dar ya una
nueva edición mejorada, refundida, reorganizada. Se trata realmente del ser de
un pensamiento en vías de crecimiento. Por eso, la actitud científica es la
actitud del hombre que vive en un indagar afanoso, interpelado por una realidad
a la cual admira e interroga. Si un científico dijese: “Hemos llegado a un término; ya sabemos todo lo que puede saber sobre
este punto”, en ese momento dejaría de ser científico. El investigador es
siempre un problematizador.
Bibliografía: Bierman
Enrique, metodología de la investigación y del trabajo científico, Unidad
Universitaria del Sur de Bogotá, Unisur, Bogotá 1990. Varias páginas. Documento tomado con fines
académicos.