jueves, 3 de octubre de 2013

LA INVESTIGACIÓN CIENTIFICA EN COLOMBIA

UNA OJEADA A LA HISTORIA: Para tratar de los inicios de la investigación en Colombia habría que echar una ojeada completa al libro de Frank Safford y los esfuerzos pioneros de los que él llama neo – borbones del siglo XIX para formar la elite de lo práctico, o sea los primeros ingenieros civiles, primeros constructores de carreteras , puentes y ferrocarriles , al principio albergados en los Estados Unidos  por la tenacidad y esfuerzo de don Pedro Alcántara Herrán y después ( en 4 o 5 últimas décadas) influidos en esta tierra antioqueña por el ejemplo de Cisneros o de los hermanos Ospina. De allí datan los primeros esfuerzos de industrialización (textiles, siderúrgicas, fabricas de vidrio, etc.) y las primeras adaptaciones de especies vegetales foráneas, como lo fueron el eucalipto o el kikuyo.

Hay que hacer notar, como muy bien lo ha señalado Marcel Roche en sus estudios sobre la historia temprana de la ciencia en Latinoamérica, la influencia definitiva con que él llamado iluminismo español de mediados del siglo XVIII (también descrito por el profesor Gregorio Marañón en el libro “Las ideas biológicas del padre Feijoo”) abrió las compuertas de la exploración científica echando a un lado el hasta entonces dominante “quadrivium”  medieval de las universidades. En Colombia específicamente, con la influencia de Mutis, de Caldas, del padre Valenzuela y de muchos otros anónimos seguidores suyos, se echaron las bases de las ciencias de la observación y de la descripción (en esa época predominante en Europa). Se trataba de conocer el mundo circundante y describir, atónitos, en el nuevo mundo, los millares de especies desconocidas que se agregaban como torrente vertiginoso a aquellas de las zonas templadas. Pocos se acuerdan que el observatorio astronómico de Bogotá, es el único establecimiento en su género que se halla en funcionamiento continuo desde 1801 hasta la fecha (si bien es de deplorar el lamentable estado con que al presente se encuentran sus instalaciones).

Las consecuencias tardías de la expedición botánica llevar en los albores republicanos, y a pesar de las periódicas guerras civiles, al establecimiento de carreras universitarias con un enfoque más moderno, para la época, pero aun así calcado sobre modelos provenientes de Francia y, segundariamente, de Inglaterra y de los Estados Unidos.

A finales del siglo XIX la biología entra en dos grandes revoluciones: la era de la patología celular y la bacteriología. Por primera vez dos (2) de sus grandes disciplinas (la medicina y la botánica) dejan de ser meramente contemplativas y descriptivas, para volverse más activistas y dinámicas. La vuelta del siglo encuentra a los países de América latina dando los primeros pasos sobre aquello que los médicos coloniales ingleses, alemanes o franceses habían denominado patología exótica y que no era otra sino muestra  moderna de medicina tropical. Si el hematozoario de Laveran y Ross se describe en la época en que se inicia por la compañía francesa la construcción del canal de Panamá, ya 1894 Dominici crea el Instituto  Pasteur de Caracas que continuara Rangel (el del destino trágico) con el descubrimiento del trypanosoma que hoy lleva su nombre. Y en 1906 Roberto Franco funda en Bogotá la cátedra de medicina tropical  describiendo y sosteniendo en Francia (con el doctor Carlos Esguerra), la etiopatologia de la fiebre amarilla selvática en contraposición con la  urbana, ya descubierta y prevenida por Finlay en Cuba y por Gorgas en Panamá. Cito estas cadenas investigativas a manera de ejemplo, ya que me haría interminable tratando de describir los primeros esfuerzos en todos los campos, que están admirablemente contenidos en el volumen sobre la historia de la ciencia en Colombia patrocinado por COLCIENCIAS  en ese entonces bajo la dirección del capitán Alberto Ospina.

Es justamente en esa época (La belle époque influenciada por las escuelas de Vinchow, de Pasteur y de Claude Bernard), en la cual el concepto de investigación como cosa dinámica, activa y no meramente descriptiva, entra en el campo de las ciencias biológicas. No puede decirse lo mismo en nuestros países de la otra investigación (La que llevo a procesos industriales), pues, fuera de la contribución colonial de los mineros mexicanos sobre la amalgamación para el beneficio de la plata, son muy contados los investigadores o autores de nuestro medio que hayan contribuido en algo a nuestra revolución industrial, si puede decirse que la hubo.

La investigación aplicada en nuestro medio: Yo considero que esa investigación que en el libro de Colciencias llamamos “aplicada”, por seguir una clasificación internacional (pero que en realidad no es investigación y desarrollo o “R y D” del idioma ingles, o sea aquella que conduce a desarrollar nuevos procesos o nuevos productos que después se integran a la economía),  es y ha sido importante en nuestro país. Ciertamente no se le puede aplicar a la investigación un criterio estrictamente utilitarista y economicista ni someterla a un análisis costo – beneficio, porque habría que terminar con la respuesta tan conocida que unos atribuyen a Faraday y otros a Benjamín Franklin: ¿Para qué sirve un recién nacido? Sin embargo ha servido para desarrollar nuevas cepas de productos vegetales más adaptables y más productivas o más resistentes a las plagas; lo mismo para las cepas pecuarias, avícolas o  de diversos géneros; para la producción de antisueros y de vacunas; para identificar y conocer desde nuestras especies biológicas  hasta nuestros hombres mismos, desde el indígena hasta el blanco y a través de todas sus mezclas. Ha servido igualmente para conocer la patología, esa patología que hoy con mucha propiedad se denomina geográfica pues inherente a determinados países o regiones y que, debido a las amplias comunicaciones aéreas, fluviales, terrestres y marítimas que tenemos hoy con todos los continentes, ha dejado de ser exótica por antonomasia.

No es investigación pura, ya que en general lo que hacemos los colombianos, es tomar tecnologías investigativas que han sido ya desarrolladas en otros lugares y aplicarlas a problemas locales. Exceptuando las ciencias básicas, que contienen algo  de pureza investigativa, esas tecnologías van a aplicarse a las ciencias agropecuarias, sociales, de la salud, etc. Recuérdese el trabajo traído por Harrison Brown cuando hablaba de la recuperación japonesa después de la segunda guerra mundial: enviaron técnicos a Leeds y a Birmingham a estudiar los telares ingleses que trabajaban (por decir una cifra) a diez revoluciones por minuto; así habían trabajado desde la época de la reina Victoria. Que pasa –preguntaron los hombrecillos amarillos -  si el telar se corre a 100 RPM;  pues que se revientan los hilos respondieron flemáticamente los ingleses; pues los compramos respondieron los japoneses haciéndose a equipos que eran a todas luces obsoletos. Se los llevaron a Japón, los corrieron a 100 RPM y pusieron a los japoneses en cada uso para que remendaran los hilos cuando se rompían. Como consecuencia, duplicaron la producción y en dos años estaban haciendo competencia a las sedas inglesas en los mercados de Hong Kong.

Bibliografía: Bierman Enrique, metodología de la investigación y del trabajo científico, Unidad Universitaria del Sur de Bogotá, Unisur, Bogotá 1990.  Varias páginas. Documento tomado con fines académicos.